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Siete gestos personales para combatir el cambio climático

Está claro que la clase política y las decisiones mundiales tiene un gran impacto en el planeta, pero todos nosotros también tenemos la responsabilidad de actuar contra de lo que está pasando con el clima, el cambio climático. En nuestras manos está acelerar “los cambios sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad”, tal y como urge el último informe de la ONU.

Siete gestos personales para combatir el cambio climático

Bajarnos del coche

El transporte es el responsable del 26% de la emisiones de CO2. La contribución de los motores de combustión sigue subiendo y la transición al coche eléctrico está siendo muy lenta. Cambiar a un coche híbrido o recurrir al coche compartido son las soluciones menos malas. Lo ideal sería prescindir totalmente del coche en la ciudad y buscar alternativas: transporte púbico y/o bicicleta.

Subirnos a la bici

La bicicleta no es solo el sistema de transporte más ecológico, también el más eficiente y el más económico. En Copenhague ha adelantado a Amsterdam como la ciudad por excelencia de las dos ruedas: el 41% de los desplazamientos en el centro es en bicicleta. Los habitantes de la capital danesa pedalean al día 1.340.000 kilómetros (suficientes para dar 31 vueltas a la Tierra) y evitan emitir al año 90.000 toneladas de CO2.

Comer menos carne

La veinte mayores empresas cárnicas y lácteas del mundo emitieron más gases invernadero que Alemania, según un informe del Fundación Heinrich Böll, que ha llamado la atención sobre “la desmesurada huella climática” de la industria ganadera (responsable del 18% de las emisiones). España, sin ir más lejos, se ha convertido en subcampeón de Europa en el consumo de carne (94 kilos per capita al año, según Greenpeace). Un consumo sostenible equivaldría a reducir en menos de la mitad nuestra actual ingesta de carne y volver a la dieta mediterránea. El veganismo gana adeptos día a día por razones éticas, ambientales y de salud.

Comprar local, kilómetro 0

El consumo de productos locales, ecológicos y de temporada es vital para reducir el impacto de la agricultura y del transporte en el cambio climático. Comprar productos de “kilómetro cero”, apostar por los comercios locales, comprar en mercados de agricultores o abonarse a una cooperativa de consumo son la alternativa deseable a las grandes superficies.

Cambiar de energía

Cambiar de energía es tan fácil como cambiar de contrato. Las pequeñas comercializadoras facilitan los trámites y proporcionan un certificado de garantía de origen. Las cooperativas de energía renovable van un paso más allá y dan además la opción de convertirse en “socio” de la transición energética. No hacen falta efectuar ningún cambio en la vivienda, y la factura de la luz no sufre grandes variaciones. Simultáneamente, o incluso antes, un “cura de eficiencia” nos permitirá mejorar el aislamiento del hogar. La mejor energía es la que no se consume: el “megavatio”.

Reducir, Reusar, Reparar…

“El mejor residuo es el que no se produce”. Frente al “usar y tirar” de la economía lineal, la economía circular propone un cambio radical de nuestros hábitos de producción y consumo. Reciclar es la última opción, pero antes hay que “reducir”, “reusar” y “reparar”… Y “reclamar” también un profundo cambio en industrias como la moda o la electrónica, que llevan la “obsolescencia programada” en su ADN y están generando una carga insoportable al planeta.

Amar el planeta

Con mensajes alarmistas como “salvar” el planeta no llegaremos muy lejos. Como alternativa, la educadora “verde” Heike Freire propone un lema positivo para embarcar a los niños en la ardua tarea de las próximas décadas: “Amar la Tierra”. Lo que no tenemos por delante no es solo un cambio de estilo de vida, es un cambio de conciencia.

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