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Opinión | El infierno de la tesis doctoral, por Fátima MH

Agotamiento emocional, despersonalización, desvalorización, insuficiencia personas, estrés, y abandono son sólo algunas de las muchas emociones que hemos sufrido a lo a largo de nuestro recorrido aquellas personas que nos hemos atrevido a realizar una tesis doctoral. Algunas de éstas se recogen en la definición que la Organización Mundial de la Salud ha dado para el fenómeno de “burnout” o estrés laboral. Los daños que el “síndrome del trabajador quemado” produce en la salud mental del alumnado de doctorado se han documentado en varios estudios de ámbito internacional y nacional[1].

Nadie nos advierte de las consecuencias psicológicas y emocionales que subyacen a la realización de una tesis doctoral. Cuando nos matriculamos en un doctorado buscando el camino para cumplir el sueño, el de ser científicas, nadie nos advierte que para ello vamos a estar sumidos en una alta carga de trabajo, con largas jornadas laborales durante varios años. Además, tampoco nos dicen nada acerca del hecho de que podrás trabajar sin disponer de un contrato laboral. Poco nos cuentan de las bajas perspectivas de estabilidad futura y de lo obligatorio que se hace tener que terminar una etapa agotadora para llenar una maleta e irte lejos de casa, por las pocas oportunidades que existen en nuestra tierra.

Según un artículo publicado en la revista científica Nature[2], un 41% del estudiantado de doctorado padece ansiedad mientras que un 39% sufre depresión debido al poco control sobre el trabajo realizado, al sentimiento de abandono por parte de sus supervisores y sobre todo por la exclusión casi total en la toma de decisiones, además de los altos niveles de exigencia en el trabajo que conllevan un conflicto entre vida laboral y personal.

Y es que en la mayoría de los casos, somos los investigadores predoctorales los que llevamos el peso del trabajo en la investigación; somos los encargados de realizar la parte práctica en muchas ocasiones sin ningún tipo de supervisión. Además, a pesar de tener que llevar a cabo toda la parte práctica de la investigación, la imposición del trabajo a realizar sin poder tener algún tipo de decisión en el trabajo que se está realizando o/y de ver cómo las opiniones de uno son ignoradas y ninguneadas frente a las del resto del equipo puede llevar a una frustración enorme y sentimientos de inferioridad.  Este hecho también fue reportado en el estudio publicado por Nature, en el cual de todos aquellos doctorandos que sufren ansiedad o depresión cerca del 50% aseguran que no tienen el apoyo suficiente ni la dirección adecuada por su director de tesis y no se sienten lo suficientemente valorados.

Además, poder optar a contratos de investigación, el doctorando se tiene que enfrentar a miles de personas que, en la misma situación, compiten para poder optar a las pocas ayudas que existen. Como el acceso a estos fondos generalmente viene determinado por el número de artículos publicados, este hecho conlleva  que nos veamos abocados a realizar un sobreesfuerzo para generar una producción de artículos científicos que nos permitan conseguir la financiación necesaria para realizar nuestra investigación. Para llevar a cabo esto, la mayoría de las veces, sacrificamos nuestra vida personal y trabajamos más horas de las establecidas en el contrato de trabajo, si se tiene claro, simplemente para poder publicar los resultados de sus investigaciones y así impulsar nuestro currículum.

Todas y cada una de estas circunstancias que he descrito son algunas de las condiciones que incrementan el riesgo de padecer problemas psicológicos o en muchos casos de que nos lleguemos a plantear el abandono de la tesis. A pesar de todo, la comunidad científica conoce los efectos que produce la academia en los investigadores, pero se prefiere pasar por encima de ello o correr un tupido velo antes que abordarlo, porque no queda bien en el escaparate de las instituciones mostrar el cajón de sastre emocional al que sumen las condiciones de trabajo.

Sin duda creo que en las instituciones de investigación se deberían de plantear si lo que quiere para el estudiantado predoctoral es dejar huellas o cicatrices. Mientras tanto, muchas de nosotras nos bajaremos del tren o pensaremos en qué estación lo volvemos a coger por la toxicidad del sistema.

[1] DOI: 10.1016/j.respol.2017.02.008 ; https://royalsociety.org/~/media/news/2017/understanding-mental-health-in-the-research-environment.PDF

[2] https://www.nature.com/articles/nbt.4089

Por Fátima Herrera-Mesa | Alcalá, Tenerife

Investigadora en neurociencias | Linkedin

El contenido de los artículos publicados en «Opinión» es de responsabilidad de los autores y no refleja la opinión o posición de Canaragua.

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[1] Información tomada de prensa sobre las afirmaciones de José Ángel Peña del director del proyecto MASDUNAS. Más información sobre el proyecto en www.masdunas.es

[2] https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMc2004973

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